Biografía

 

En las postrimerías de su vida, don Rafael Aqueche fue victima del ataque mordaz de enemigos envidiosos que no le perdonaban su intensa vida ciudadana de enorme proyección social. Con la agilidad mental que le caracterizaba supo castigarlos con prontitud y energía por medio de la prensa. Les dijo: “Soy como el árbol de sándalo que perfuma el hacha que lo hiere; amo a la juventud con todo mi corazón, por ella he trabajado luchando toda mi vida y ella será la mejor coraza que no deje penetrar los dardos envenenados que me lancen mis gratuitos enemigos. “Y las palabras del maestro Aqueche, palabras proféticas fueron, pues aquí tenemos a sus ex discípulos dándole el nombre del gran, maestro a uno de los principales semilleros de maestros de la República; después de treinta y tres años del fallecimiento del maestro, la gratitud y reconocimiento de sus alumnos florecen puros y sinceros.

En la Ciudad de Guatemala, don Rafael Méndez y doña Jesús Aqueche, formaban un hogar modesto pero modelo por la consagración a formar en sus hijos del espíritu cívico y las cualidades que pudieran hacerlos útiles a la colectividad. De ese hogar nació don Rafael Aqueche el 23 de agosto de 1863, Recibió una educación esmerada en la Escuela de Cristo en donde cursó la primaria y secundaria, bajo la sólida preparación intelectual de los jesuitas. 

La carrera de contador Fiscal y militar, la cursó en la Escuela Politécnica cuando dicho Centro alcanzó brillo y esplendor bajo competente dirección del ingeniero y general Leopoldo Orellana. Otro hermano de don Rafael fue el connotado Eduardo Aqueche de amplia labor del magisterio nacional y cuyas enseñanzas recuerdan con cariño y gratitud sus numerosos discípulos.

A la edad de diecisiete años comenzó don Rafael Aqueche su cruzada por la educación, llevando en su escudo: elevación de ideales, nobleza de corazón y tenacidad en el obrar. Comenzó su labor como maestro en la Escuela número uno de Antigua Guatemala, y más tarde fue trasladado a la Escuela de Guarda Viejo de la ciudad capital, tocándole trabajar bajo la inteligente y acertada dirección de don Pedro Pablo Valdez, educador de varias generaciones que tan inolvidables recuerdos dejara en la docencia y en la juventud guatemaltecas.

El gobierno tomando en cuenta la carrera no interrumpida de éxitos de don Rafael, lo nombro director de la Escuela Nacional de Varones Número Dos de la capital. Por varios años este centro se honró reteniendo el pabellón nacional, disputado en las minervas que cada año se celebran durante la administración del licenciado Manuel Estrada Cabrera. Fue la Escuela Número Dos de las mejores de su época, gracias al talento y dedicación del insigne maestro. El honor de custodiar el pabellón no se concedía al azar, se daba a la escuela mejor organizada y con un alto nivel disciplinario, dicha escuela mantuvo este privilegio debido a la impecable dirección del maestro Rafael Aqueche.

En 1893 cumplió treinta años  y contrajo matrimonio con la señorita Gabriela Valdés inteligente y culta dama que supo endulzar hasta el último momento de vida del maestro, haciéndole menos punzante las espinas que como algo inherente a la profesión el maestro encuentra el camino de la incomprensión.

Durante la administración del General José María Reyna Barrios, fue el principal organizador del Primer Congreso Centroamericano de Maestro reunido en la capital de Guatemala, sentado las bases para unificar los planes de estudios en todas las Repúblicas de la América Central, así como el reconocimiento recíproco de títulos profesionales, intercambio de maestros, concesión de becas, unificación de métodos de enseñanza, promover un mejor conocimiento y logra un mayor acercamiento. La panorámica del maestro Aqueche abarcaba la efectiva unificación centroamericana a través de los lazos de la cultura. Colaboraron con él los brillantes maestros como doña Natalia Górriz de Morales, los Profesores Benítez, don Julio Cordero y otros.

Combatió tenazmente las tinieblas de la ignorancia, llevando hasta al más humilde núcleo social el pan de la enseñanza. Por varios años impartió gratuitamente las clases de lectura y escritura iniciales en los fuertes de Matamoros y San José haciendo labor patriótica de alfabetizar hasta los más humildes elementos de nuestro ejército; la misma labor gratuita de alfabetización desarrolló con los recluidos de la Penitenciaria Central durante varios años. 

En su residencia de Villa “Amalia “, Ciudad Vieja, de esta capital, durante los terremotos de 1918, cuando los edificios escolares fueron destruidos, y a fin de que la juventud no perdiese el tiempo, el maestro Aqueche fundó una escuela particular de carácter gratuito, la cual funcionó hasta que se abrieron las escuelas oficiales. Por la bondad de su corazón, por el intenso amor a la juventud que educaba, el cariñoso calificativo de “El Chato Aqueche.”

Escribió un tratado de Dibujo Lineal totalmente agotado por la bondad de su método. Dejo inédita una obra de Gramática Castellana, la que no puedo publicar pues es su época el gobierno no brindaba estímulo para esta clase de ediciones y lo miserable de los   impagables sueldos que no alcanzaban ni para comer, no le permitían editarla por su cuenta.

Maestro de talento, don Rafael Aqueche, supo rodear su cátedra de solidó prestigio por la brillantez de su pensamiento, siempre renovado. En el Instituto Señoritas “Belén” en el Instituto Centroamericano bajo la prestigiosa dirección de las señoras Victoria y Ana Espinoza, en la Preparatoria con doña María Teresa Llardén V. de Molina, maestra inolvidable, sirvió Ciencias de la Educación Matemáticas, Lengua Castellana. El introdujo el método de Palabras Normales en 1911 revolucionando la enseñanza de la lectura y escritura simultáneas no obstante la oposición del método silábico en boga en aquella época; la innovación la hizo desde la cátedra de metodología que sirva en el Instituto de Señoritas Belén.

Los treinta y nueve años de intensa labor docente del maestro Rafael Aqueche, con una inquietud intelectual que la exigía constante renovación hicieron que el Ministerio de Instrucción Pública le encomendase la honrosa tarea de elaborar la ley orgánica, planes de estudios para la enseñanza primaria; reglamentos y otros diversos trabajos de planificación educativa, trabajos que el maestro supo cumplir a la altura de los más avanzados en otros países de aquella época. El cruel destino le arrebato en 1913 a su hija Amalia a quién amaba y era predicada; este profundo dolor hizo que el maestro hallara en el trabajo y afecto de sus queridos alumnos el lenitivo que tanto necesitaba.

Si el dinamismo y amor a la juventud del maestro Rafael Aqueche no estuvieran plenamente demostrados en todo el panorama educativo para perfilar la figura insigne del maestro, tomaríamos el capitulo único de su lucha ideal y tenaz por la carrera comercial que tanto amó en su intensa vida de maestro múltiple.

Durante la administración del General José María Reyna Barrios se había clausurado la Escuela de Comercio debido a la crisis económica que abrigo al país. Don Rafael Aqueche hizo activas y castas gestiones ante el gobierno de Manuel Estrada Cabrera para que la Escuela de Comercio fuera reabierta, hizo ver con crudo realismo la necesidad que tenia la juventud de prepararse en las ciencias económicas y contables para enderezar la economía y comercio nacional y sus gestiones tuvieron el mayor de los éxitos pues la Escuela fue reabierta y el Ministro de Instrucción Pública, Lic. J. Antonio Mandujano, como justa recompensa a sus afanes y tomando en cuenta sus reconocidas capacidades, lo nombró Director en el año de 1903. Don Rafael Aqueche organizó la Escuela de Comercio sobre las bases modernas de su tiempo formuló planes de estudio, leyes y reglamentos, estudiando previamente las disposiciones similares de otros países sobre la carrera de comercio, pero sin abandonar la realidad guatemalteca.

El personal docente lo seleccionó cuidadosamente entre los contadores, maestros, profesores de matemática más famosos de aquel tiempo y así vemos al ilustre maestro rodeado de figuras insignes como don Vicente Rivas, José Maria Bonilla Ruano, ingenieros Lucas T. Cojulúm y Francisco Vela, Don Santos Toruño, Don Andrés Morasso, Don Manuel Carrera, Don Emiliano Alegría, Don J. Julio Cordero Don Manuel F. Trujillo, Don Francisco Contreras y otros ilustres catedráticos que dieron una brillante y sólida preparación a la juventud en la carrera comercial. 

Permaneció al frente de la Escuela de Comercio desde 1903 hasta 1918 en que los terremotos botaron los edificios, y aun puede decir que estuvo al frente de su cargo hasta después de su muerte, pues habiendo acaecido éste en 1923 le tocó a su señora viuda entregar las pertenencias del plantel. Las clases de la Escuela de Comercio se impartían por la noche y el maestro Aqueche sirvió durante 20 años la dirección sin devengar sueldo pero una competencia y dinamismo que quedan comprobados en el imborrable recuerdo de los jóvenes que coronaron brillantemente su carrera, partiendo inmediatamente a servir al país con toda competencia, brillo y honradez.

Con un entusiasmo y una energía inagotables y a fin de sobrevivir a sus necesidades, el maestro Rafael Aqueche organizó el colegio privado que llamo “ ESCUELA MODELO” que funcionó durante dieciséis años consecutivos y en la que educó lo mas florido de la juventud guatemalteca, producido varias generaciones de hombres públicos insignes útiles a Guatemala, en el periodismo, la literatura, el foro, la medicina, ingeniería en las instituciones bancarias, comerciales, industriales, agrícolas y docentes. Para que funcionara su Escuela Modelo durante el día utilizaba el mobiliario de la Escuela de Comercio en la que trabajaba por la noche; esta era pues la única ayuda que percibía.

En la mayor pobreza falleció don Rafael Aqueche el 19 de abril 1923 en su humilde residencia de villa “Amalia” en Ciudad Vieja de esta capital. El “chato Aqueche”, como cariñosamente se le llamaba al bondadoso maestro, con tono festivo llamaba a su pobreza residencia “peor es nada” dejó pobre a su honorable familia, pero dejó también el estandarte de deber cumplido, el noble ejemplo de su vida por entero consagrada a la causa de la educación de la juventud, estandarte que sus hijos han tremolado en la carrera interminable por la cultura universal.